Nació el 22 de agosto de 1908, en el mineral del Real de Tepantitlán, municipalidad de San Miguel Totolapan. Presume ser el más viejo del pueblo con sus 101 años de edad. Llegó a la cabecera municipal, en 1912 donde paso su infancia y adolescencia en plena revolución. Asistió a la escuela de niños, igual que sus demás hermanos, bajo el cuidado del ameritado maestro Alberto Romero.
No obstante que su padre tenía mucho interés en que sus hijos estudiaran, mandándolos diariamente a la escuela, Jaime nunca paso de primer año, lo repitió durante tres ciclos escolares y no por falta de inteligencia, si no porque no le gustaba la escuela. Confiesa “prefería salirme de clases para subir a la torre de la iglesia, nomas para estar viendo pasar a las guachas”.
Cuando su padre se encargo del telégrafo él fue el mensajero, tenía que llevar con frecuencia telegramas a pie hasta la mina El Gigante, ubicada en San Nicolás del Oro, a los japoneses que la trabajaban, quienes después también se avecindaron en San Miguel.
Se caso con la señora Crescenciana Acosta, con quien procreó diez hijos, más diez con otras dos “queridas”, siete con una y tres con la otra, en total 20 hijos. Ha perdido la cuenta de cuantos nietos y bisnietos tiene, sin embargo, plática que todavía tiene novia y una querida.
Sin haber estudiado el tallado en la madera, posee natural habilidad para la elaboración de mascaras y figuras imaginarios o reales, destacando los caracteres sexuales en sus personajes, también ha esculpido imágenes religiosas y animales.
Por su estilo pícaro y directo de decir las cosas la gente lo busca para hacerlo hablar, es todo un personaje del paisaje totolapense. para mas informacion consultar a:
Ochoa Díaz Bolívar. (2007). Totolapan: Historia de un pueblo olvidado. Anaya editores S.A. México D.F. ISBN 978-970-95617-0-8. Págs. 222-223