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SAN MIGUEL TOTOLAPAN DONDE El Chicharrón Truena!!
EL CORTE DE LAS ROSAS

EL CORTE DE LAS ROSAS

Costumbres y tradiciones de los Cuitlatecas
 Por Bolívar Ochoa Díaz


 

En este trabajo nuestro paisano recogio la versión de un grupo de personas de mayor de edad en esta cabecera municipal, versados en la materia, cuyos testimonios constituyen la parte medular de este trabajo que ponemos en sus manos, esperando contribuya al conocimiento de nuestro pueblo, que tambien es uno de los objetivos de nuestra pagina web.

¡Alawislá a a a a!  ¡Alatane e e e e o! :“Llegó la hora de cortar la rosa”, Así gritabael tlatuleador en idioma cuitlateco. Tlatuleador,  palabra de origen náhuatl, castellanizada, del verbo tlatoa, que significa hablar; tlatuleador, hablador, gritón. Información proporcionada por el señor Jaime Aureoles Acosta, quien acaba de cumplir 101 años de edad este año de 2009, pero goza de buena salud y facultades mentales.
Nos dice que el tlatuleador* subía hasta la última ventana de la torre de la iglesia parroquial y comenzaba a redoblar enérgicamente el tambor de la chirimía, como llamando la atención del pueblo para anunciarles el corte de la rosa. El redoble y el grito era repetido en cada una de las ventanas que daban a los cuatro puntos cardinales: ¡Alawislá! ¡Alataneo!
El Corte de Rosas es una fiesta única en la región, por su colorido y sincretismo. Conviven armoniosamente lo prehispánico y lo judeocristiano: procesiones, comida colectiva, danzas improvisadas, chirimía, música regional con violín, guitarra y tamborita; zapateados; mezcal, tamales, baile, picardía, ofrendas; música de viento, coplas y finalmente en callada procesión cada una de las personas con un ramo de flores se dirigen a la iglesia parroquial a dejarlas como ofrenda y agradecimiento al santo patrón por habernos permitido este año saludarlo y pedirle que nos permita el año venidero volver.
La fiesta del “Corte de Rosas” en San Miguel Totolapan, está enmarcado en el ciclo anual de festividades religiosas que los hijos de este pueblo han venido celebrando desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días.
El ciclo religioso-pagano comenzaba el 24 de diciembre cuando se reunían los totolapenses en el atrio de la iglesia para elegir a los muchachos mayores, hombre y mujer, como parte de la iniciación de los adolescentes en las tareas de servicio de la comunidad y de ensayo para la vida futura.
La pareja de la muchacha y el muchacho mayores, entre otras de sus responsabilidades estaban las de preparar el pachol para trasplantar la rosa de cempasúchil, escardarla, y cortarla; hacer las cadenas y preparar los arcos; pero, sobre todo, organizar el “Corte de Rosas” el 6 de septiembre.
La fuerza de esta tradición es tal que, frente a las diferencias que pudieran existir por la posesión social o económica de las personas o por ideas políticas, constituye el vínculo de unión más fuerte para los totolapenses. Por eso pues, se afirma, que el hombre, muchas veces vive y muere entre sus dos eternidades más relevantes: su tierra natal y sus tradiciones.
“El Corte de Rosas” en San Miguel Totolapan forma parte de una de sus más antiguas tradiciones, heredadas de nuestros antepasados cuitlatecas; por eso nos une y nos congrega año con año, el 6 de septiembre, probablemente reminiscencia de la fiesta que corresponde al mes o veintena de Tlaxochimaco, ofrenda de flores que de acuerdo con el Calendario Azteca  se celebraba del 19 de agosto al 7 de septiembre
La tradición oral señala que desde tiempos inmemoriales, los hijos de este pueblo, festejaban el “Corte de Rosas”, el 6 de septiembre de cada año, como preparación para las fiestas patronales en honor a San Miguel Arcángel.
¿Quiénes organizaban el Corte de Rosas?
 Los Muchachos Mayores; Los Mayordomos; El Fiscal Mayor
Los Tepixques de la Hermandad de San Miguel Arcángel
 Preparativos
Un grupo de jóvenes voluntarios, acompañaban a los muchachos mayores, llevando como guía durante muchos años, al señor José Moles. Desde el día 4 de septiembre en la madrugada se reunían en la Capilla de Chalmita cuando oían pitar el cuerno, para salir juntos, a pie hasta las estribaciones de la sierra a acortar flores de pericón, cebadilla y pipilol, en un lugar que se encuentra bajando de Gama, llamado Las Guacamayas, para regresar con su aromático cargamento a dormir en el Real de Tepantitlán. Antes de descansar extendían las flores para que les pegara el aire y el sereno y no se marchitaran o se pusieran prietas, y volver a madrugar para llegar a casa del muchacho mayor el día 6 por la.mañana.
Hoy esta tarea la cumplen los comisarios de las comunidades serrana donde abundan estas flores.
Preparación de la comida.
Desde el 5 de septiembre por la mañana, como a las 10, se pone el nejo en grandes tambos para llevarlo a Arroyo Grande o al Río Balsas a lavar; por la noche hacer los tamales de shinula y velarlos hasta que estén en su punto.
Mientras tanto, acompañadas de la música de viento, entre tragos de mezcal y cerveza durante toda la noche, un grupo de mujeres, encabezadas por las muchachas y viejas mayores y buen número de voluntarias y voluntarios se encargan de preparar el mole y velar los tamales para la comida colectiva que tendrá lugar bajo de la sombra de la huijulera.
Alrededor de las 11 de la noche la algarabía de las viejas y el cacaraquear de las gallinas es el anuncio de que las pobres aves de corral serán sacrificadas en un alegre ritual: hombres y mujeres, viejos y viejas, con una gallina presionada con el brazo izquierdo sobre el cuerpo, distribuidos en el patio, comienzan a bailar, al compás de la música de viento, el son de la gallina, Haciendo gala de habilidades las mujeres sin perder el compás del son se zarandean sensualmente meneando las voluptuosas caderas, de aquí para allá y de allá para acá; después cada quien comienzan a desplumar su gallina lanzando las plumas al aire y en una coordinada acción, todas y todos, tomando del buche a sus víctimas, las levantan por encima de cabeza retorciéndoles el pescuezo hasta dejarlas inmóviles, muertas, listas para meterlas al tambo con agua hirviendo para pelarlas y todo lo demás.
La víspera
Durante mucho tiempo la música de viento para animar la fiesta del 6 de septiembre, se contrataba en San Cristóbal. Por la tarde del 5, cuando los músicos venían acercándose a San Miguel, a la mitad del camino entre esta población y La Tinaja, en la mera barrialera, se oían retumbar los primeros tamborazos; llegando al callejón que desemboca al río, otra vez, como aviso para que el Mayordomo y los Muchachos Mayores acompañados de mucha gente del pueblo los fueran a recibir, como era la costumbre.
Por la noche la música se sentaba en el Kiosco y de inmediato se arrancaba con un gusto calentano, “El Huizache” o “El Gusto Federal”, haciendo estallar por todas partes varoniles gritos campiranos totolapenses, como manifestación de regocijo por el inicio de la fiesta del “Corte de Rosas”.

Lugar de la celebración
Desde muy temprano, del día 6 de septiembre, los organizadores trazaban, en “La Huijulera”, espacios para los puestos donde se exhibirán las mercancías, así como calles para que la gente transite cómodamente, y los comerciantes tienden sus puestos.
Dicen que, hace ya muchos años, esta fiesta se hacía en las proximidades de San Antonio de la Gavia, en un lugar denominado “Las Parejitas”, a donde concurrían los habitantes de las diferentes comunidades aledañas; después se trasladó a la cabecera municipal, debido a que varias muchachas ya no regresaban a su casa porque se juían con el novio, o se las robaban en el camino; por eso se estableció a orillas del Arroyo Grande, en “La Huijulera”, y, actualmente, en el sitio conocido como La Parota.
El comienzo
Alrededor de las 10 horas, cohetes y cohetones anuncian que la fiesta va a comenzar, con el traslado de flores y comida, desde la casa del Muchacho mayor principal en turno, al lugar de todos conocidos. Por delante, la música de viento; luego, los “principales”: mayordomos actuales y pasados, el Fiscal Mayor portando una cruz ricamente adornada, y enormes ramos de flores; en seguida, dos ordenadas columnas de hombres y mujeres, separadas a lo ancho de la calle, con la comida preparada la noche anterior: moles y tamales de shinula, sin faltar la siempre exquisita iguana doblada o preparada en chileajo; por último todas las personas que desde muy temprano se concentraron en casa del Muchacho Mayor.
El contingente multicolor, por costumbre se dirige al H. Ayuntamiento a invitar al C. Presidente Municipal en funciones para que los acompañe, cortesía a la que siempre corresponde el munícipe y los demás miembros de la comuna.
Unido el Presidente Municipal con los miembros del cabildo a los “principales”, sin alterar el orden, el contingente reanuda su marcha hasta llegar al lugar señalado, donde colocan la cruz e improvisan un altar para el Patrón. Al pie de la Cruz se depositan las flores; se instalan la música de viento, las vinateras, y en el piso, en un tendido de hojas de huijul, la comida. Y ahora sí, ¡hasta que el cuerpo aguante!
Desarrollo de la fiesta
Lugareños y comarcanos, anualmente, se daban cita en San Miguel Totolapan para participar y disfrutar del “Corte de Rosas”, singular evento que congregaba a familias enteras procedentes de diferentes comunidades, montando por supuesto buenas bestias.
Así veíamos llegar, de San Antonio de la Gavia, a Julián Vázquez, (a) El Zarco, Ezequiel Araujo, (a) Cheque, Pompeyo Villarreal, Lencho Carranza; de Valle Luz, a Pánfilo Luciano,  Benigno Julián; de los Guajes, a Martín Magadán; a Roque, del Guayabo; de la Comunidad, a Adelaido Jaimes, (a) El Queroleche, de San Gregorio, a Tacho Sánchez; de La Tinaja, a Ernesto Jaimes, (a) El Mocho. Y no digamos de la cabecera municipal, hombres a caballo desfilan por las calles: Leonor Guadarrama, (a) Cantinas, Rafael Guadarrama, (a) Gelpa, Chavico Márquez, Nicolás Zúñiga y muchos más.


Foto: guapas totolapenses luciendo en el  Corte de Rosas el hermoso vestido de patacua, único en la región de Tierra Caliente.

Por otra parte, parvadas de lindas totolapenses, ataviadas con sus muy tradicionales vestidos de  Patacua, exclusivos para lucirlos en esta fiesta, desfilan una a una con rumbo al “Corte de Rosas”. También, por la calle Benito Juárez vemos caminar a Albino Gante, (a) El Cuetero, alto él, erguido, estrenando pantalón, camisa, sombrero de estilla, de Tlapehuala, y botas rechinadoras, con muchos billetes para gastar y dispuesto a “levantar el polvo”.
A primeras horas de la mañana del 6, los comerciantes tienden sus camas y mantiados para exhibir sus mercancías: olorosas manzanas de California, ciruelas de Cuernavaca, sandías de varios tamaños, caladas o no, al gusto del cliente, melones; maguey de mezcal, cocido en el horno con panocha; aguas frescas de sabores; dulces de menta, gallitos y diablitos colorados de dulce; corriosas y charamuscas; empanadas, tacos, bolas coloradas y encanelados; birria, caliente y gorda.
La música se instala en lugar preferente, bajo la sombra de un huijul. A un lado, cada una en su cómoda silleta, las vinateras: Ma. Natividad Salgado, (a) Native la Burra, Petra Alonso, Anastasia Romero, (a) Tacha Redes, Remedios Catalán, (a) La China Remedios, Teofila Salgado, (a) La Jícama, Librada Mariano y Silviana Gómez, con sus enormes canasta o chiquihuites repletos de botellas de mezcal, anís, torito y resacado, auxiliadas por sus fieles cargadores, a cambio de un trago: José Diego, (a) El Cuatatáis, J. Asunción Manuel, (a) Chuncho Manuel, El Compalito, Pedro Bola y Chonerria.
Los de a caballo se ubican estratégicamente alrededor de la música, cerca de las vinateras para entonarse y darle rienda al caballo. Junto a la música y las vinateras se concentraban puras personas “del gusto” para tomar y bailar los sones y gustos al compás de la música de viento. Por pareja no había problema; las vinateras además de vender bebida están prestas a acompañar a los clientes a bailar un zapateado, y no se fijaban si era rico o pobre. Petra Alonso, mujer alta y frondosa, de mucho garbo, se lucía bailando con la botella de mezcal en la cabeza; en tanto que Native la Burra se daba con cualquiera a bailar y a cantar los versos pícaros y jocosos de la India del Alma o de la Malagueña Guerrerense, inclusive, a muchos se los hizo rajar.
La mayoría de los visitantes recorren los puestos, compran y se retiran, antes de que el diablo meta la cola y se suelte la balacera, o que el de la tamborota se le ocurra tocarla por el lado que tiene cuero de coyote y se alborote la gallera como suele suceder.
Al caer la tarde, para cerrar la fiesta, tiene lugar lo que llaman “los juegos de las viejas” que consiste en bailar todas las danzas que se conocen en San Miguel Totolapan Principiando con un alegre gusto calentano que bien puede ser: El Huizache, El Pañuelo, Tlapehuala, o El Gusto Federal y en seguida las danzas como: Moros, Tecuanes, Gallitos, Danza de Varita, Danza de Sonaja, Contradanza, Los Enanos, El Mascarado, entre otras, y para finalizar se baila el Toro de Once. Todo este alegre final no sería posible con músicos de otra parte por muy buenos que sean, porque sencillamente no saben  “las tonadas” de las danzas, por eso tienen que ser necesariamente músicos totolapenses. Por otra parte, en estas improvisadas danzas participan libremente señoras de edad respetable, pues, muchas de ellas, en sus años mozos  las bailaron; y para no equivocarse siempre hace punta, por lo menos hasta el pasado 6 de septiembre de 2007, Doña Nicandra Rosas. Su pareja es el munícipe en turno, sin importar el partido al que pertenezca, por que es la única oportunidad que tiene de “jalarle las orejas al presidente municipal” a la hora de bailar Los Enanos, además que ella va guiando a todos los que le entran a los juegos.
Con este final de fiesta todos los asistentes toman un ramo de flores para llevarlas  en ordenada procesión a la iglesia parroquial, y a esperar el día de San Miguel Arcángel, 29 de septiembre, para volver, si el patrón nos da licencia.
No obstante de ser una fiesta local a ella concurren personalidades de toda la región: políticos, periodistas, reporteros de televisión, antropólogos, pintores, artistas, y por supuesto paisanos radicados al interior de la república, inclusive, en los Estados Unidos de Norteamérica.
Así termina la ofrenda de flores, a semejanza de lo que hacían los antiguos pueblos mesoamericanos, conforme al Calendario Azteca durante el mes de Tlaxichimaco, periodo que va del 18 de agosto al 7 de septiembre del calendario cristiano; ahora los hijos de este pueblo, descendientes de los antiguos cuitlatecas ofrecen al Santo Patrón el Corte de Rosas, como preámbulo de las fiestas patronales que tendrán lugar del 29 de septiembre al 8 de octubre.
Ahora comprendemos claramente la resistencia que opusieron los indios cuitlatecas cuando en noviembre de 1795 el cura coadjutor, Bachiller José Francisco Victoria, pretendía quitarles la organización y control de las fiestas y argumentaban:
“Se nos acabaría el gusto, el alboroto y he aquí por tierra el principal vínculo, vinculo de caridad que nos ha unido tan estrechamente que no pensamos sino en ayudarnos los unos a los otros en todas nuestras aflicciones y congojas, enseñados a hacerlo así en el cuidado y conservación de los fondos”(…)
Costumbre desvirtuada
Hace más de 20 años los presidentes municipales han asumido la titularidad de la organización del “Corte de Rosas”, sustituyendo a los mayordomos, más como un acto político que por el hecho de preservar o apoyar nuestras viejas tradiciones; así mismo, comenzaron a publicar noticias históricas referentes a nuestro pueblo sin ningún sustento, a veces fantasiosas, sólo por aparentar preocupación por la cultura local.
Rescatar tradiciones, viejos usos y costumbres, como parte de nuestros valores culturales, es una tarea de todos, por eso insistimos: el “Corte de Rosas”, debe volver a reencontrarse con su verdadero origen; es una fiesta religioso-pagana que corresponde a la mayordomía y muchachos mayores de la hermandad del Señor San Miguel Arcángel y no a la presidencia municipal.
 La presente información sobre el Corte de Rosas fue recogida por quien esto escribe en el año de 2003.
Informantes: 
Don Jaime Aureoles Aguirre de 95 años de edad
Durante muchos años colaboró en la confección del arco de flores para la iglesia, prestó a uno de sus hijos para que fungiera como muchacho mayo.
 Don Venancio Palacios Esteben Juan de 94 años de edad.
 Pertenece a una generación de totolapenses, muy destacada. Fue Muchacho Mayor en dos ocasiones, por lo que le tocó ir a cortar la rosa adelante de Gama. Fue Presidente Municipal y Presidente del Comisariado de Bienes Comunales de San Miguel Totolapan, además, conoce muy bien las costumbres indígenas.
 Doña Nicandra Rosas de 86 años de edad. 
Única persona en San Miguel Totolapan que conoce todas las danzas que aquí se han bailado, porque participó en ellas. Siempre está dispuesta a ensayarlas cuando alguien tome la iniciativa. Fue Muchacha Mayor varias ocasiones. Actualmente funge como Vieja Mayor en las fiestas de la Santa Cruz.
 Profr. J. Jesús Verástegui García de 76 años de edad (QPD)
 Fue Presidente Municipal en 1969 y Director de la Escuela Primaria Gral. Vicente Guerrero Saldaña. Ya jubilado escribió y publicó un  libro: Breve Historia de San Miguel Totolapan y su Municipio. En diciembre de 2002 fue designado Cronista Municipal, puesto al que renunció después de dos meses.
 Doña Griselda Pineda de 68 años de edad.
 Goza de una memoria privilegiada. Fue Muchacha Mayor en dos ocasiones. Su vestido de patacua original, se lo hizo Doña Constancia Lázaro; ahora lo lucen sus hijas y sus nietas. Las fotografías que aparecen en este trabajo son cortesía de ella.
 Manrique Castañeda, Leonardo. Atlas Cultural de México. Lingüística, pág. 71. SEP/INAH. Grupo Editorial Planeta, 1968.
  AGN. Ramo Documental: Indios. Vol. 29. Exp. 100.
 AGN. Ramo Documental: Tierras. Vol. 3694. Exp. 2.
 1852-1882. Actas de sesiones del H. Congreso del Estado. Caja No. 2. Libro: 1. Archivo Histórico del Estado de Guerrero.
 García Escamilla, Enrique: Historia de México. Narrada en náhuatl y español de acuerdo al Calendario Azteca. Plaza y Valdés. Impreso en Colombia, 2001.
 Maíz que se hierve con la ceniza que deja la leña al quemarse lo que le da un color amarillento, nejo, no blanco.
 Ochoa Díaz, Bolívar. TOTOLAPAN, historia de un pueblo olvidado, cita de pie de página. Pág. 65. Anaya Editores, S. A, México, 2007. 
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